Durante el siglo XVI, el Imperio Otomano tenía atemorizado a toda
Europa. Éste Imperio de vastísima expansión ansiaba expandirse por Occidente. Ante
este hecho, algunos países europeos decidieron crear la Santa Liga para poder
hacer frente a esta gran potencia.
Una de las primeras intervenciones de la Santa Liga tuvo lugar en el año 1538 con la
conquista de la pequeña fortaleza de Castelnuovo,
en
Montenegro, con la intención de hacer un desembarco y constituir allí un núcleo
de fuerzas que extendiera en aquellas costas el predominio cristiano. Los aliados
de la Santa Liga conquistaron la ciudad con facilidad y decidieron que ésta la
controlara España.
Francisco de Sarmiento fue el escogido
para que se asentara en esa fortaleza con unos 3.000 hombres correspondientes al
Tercio de Niza. Estos, en caso de ataque, se encontraban desprovistos de toda
ayuda ya que la fortaleza se encontraba lejos de los aliados y de los
territorios españoles.
El sultán Solimán decide contratacar rápidamente
ante la pérdida de la pequeña fortaleza. El encargado para dirigir el ejército otomano fue
el conocido pirata y almirante Barbarroja. Éste reunió en 1539 una armada formada por 200
velas, 150 galeras reales, bien armadas y provistas, y 70 galeotas, fustas y
bergantines. El ejército estaba compuesto por 10.000 turcos y 4.000
jenízaros (tropas de élite turcas), y 30.000 hombres, con la caballería
correspondiente
Retrato de Barbarroja
Sarmiento, consciente de la respuesta inminente de los turcos, mandó reforzar las defensas, arreglar las murallas, afilar las armas y colocar trampas. No obstante, cabe destacar que los españoles eran muy inferiores en número y en piezas de artillerias comparado con la gran fuerza turca que acercaba.
A mediado de julio de 1539, Barbarroja llegó con su flota a la fortaleza de Castelnuovo. Tras desembarcar las tropas, el almirante otomano comenzó a preparar todo lo necesario para el asedio. Durante estos preparativos, las tropas españolas hacían salidas continuas con el fin de hostigar, en la medida de los posible, la moral y el número de las unidades turcas.
Consciente Barbarroja de que la fortaleza española se encontraba aislada y de que los españoles tenían pocas posibilidades de vencer, decició ofrecer a Sarmiento una rencición honrosa para evitar un gran derramamiento de sangre. Sarmiento rechazó esta oferta y según recoge la historiografía respondió a los turcos con lo siguiente: "Viniesen cuando quisiesen".
Barbarroja, viendo la negativa española a su oferta, ordenó atacar la fortaleza con todas sus fuerzas. Los bombardeos de artillería se iban sucediendo con los ataques de la infantería y los jenízaros. Los españoles resistieron férreamente ante estos ataques, logrando causar graves bajas al enemigo. Tales llegaron a ser las bajas que el líder enemigo
prohibió combatir cara a cara contra los cristianos hasta nueva orden. Y es que
Barbarroja sabía que, si tenía paciencia, su poderosa artillería acabaría
minando la moral y las vidas de los de Sarmiento.
Así pues, los turcos se limitaron, en el comienzo de
comienzos de agosto, a ahorrar fuerzas y lanzar toda la munición posible sobre
el castillo. A su vez, la meteorología se puso en contra de los españoles al
cargar contra ellos, la lluvia que dejaba inutilizables los arcabuces.
A sabiendas
de la situación en la que se encontraban ya los de Sarmiento, Barbarroja
ordenó, en la mañana del 7 de agosto, atacar la fortaleza y a sus últimos 600
defensores. En aquel asalto final murió
el líder de los españoles y gran parte de los pocos defensores que quedaban.
Como era de esperar, las tropas españolas fueron derrotadas, pero el resultado final de la contienda no fue el esperado por parte de los turcos. Entre 12.000 y 20.000 se cifran las bajas turcas. Las bajas españolas se cifran en 2.800 mientras que 200 españoles fueron hechos prisioneros.
El Asedio de Castelnuovo pasaría a la historia como una de las batallas más heróicas, incluso llegó a ser rebautizada con el seudónimo de la batalla de las Termópilas Moderna.
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